martes, 11 de septiembre de 2012

Rayo mortecino y desesperanzado

Frustración. Una de las sensaciones humanas más irracionales y el motivo principal de decisiones viscerales, absurdas e insensatas… Leí detenidamente el discurso de Andrés Manuel López Obrador del domingo pasado en el Zócalo capitalino. La impresión que me da, es que durante esos 45 minutos, el líder moral del Movimiento Regeneración Nacional agotó su última reserva de energía política y mediática. Rompió con los partidos que le dieron cabida durante los últimos años. Dio la vuelta en el cuadrante de su ideología para formar un pliegue más a la partidocracia tribal que da forma a la izquierda mexicana de nuestros tiempos. Un andamio menos a la débil estructura unificadora que idearon hace varias décadas el fallecido Heberto Castillo, Cuauhtémoc Cárdenas, entre otros.

Los votos alcanzados por ese bloque en las elecciones presidenciales pasadas no son pocos, son aún más de los que habían existido anteriormente para ese sector de la población electoral. Pero no los suficientes para alcanzar la anhelada Presidencia por parte de López Obrador. La diferencia entre el primero y el segundo lugar, incluso, fue más amplia que en el 2006. Finalmente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación falló a favor de Enrique Peña Nieto. Ante una defensa pobremente fundamentada, el candidato de las izquierdas nuevamente se inconformó, ahora de manera menos agresiva ante la sociedad, cabe celebrar.

Con esta nueva división, no sé si sea posible sostener ese bastión unido y de manera activa. Quizá MORENA sea un movimiento sólido, pero no estoy seguro que sea el que haya otorgado la amplia plataforma electoral, sin contar con el apoyo de las estructuras de los partidos de la Revolución Democrática y del Trabajo. Andrés Manuel, como todo caudillo, no claudicó en su intento por dirigir y controlar a sus huestes… por eso toma la ruta del alejamiento. Los cuerpos perredistas y petistas, por su lado, encabezan actualmente funciones en los aparatos legislativos y de mando en los poderes ejecutivos locales en donde obtuvieron mayoría de votos. Tampoco parecen ver con buenos ojos mantener una postura asintótica, desde sus curules y diversas tribunas, con el mandatario electo. Como la que sostuvieron los últimos seis años con Felipe Calderón y la presidencia legítima de AMLO. El país sólo se alentó en su proceso decisorio. No hubo espacio para el diálogo y los acuerdos. Considero, al igual que ellos, que no es momento para darse ese lujo durante un sexenio más, ante las realidades que enfrenta el país en materia económica y social.

Quizá los grandes ganadores ante la medida de Andrés Manuel sean los demás actores de la clase política mexicana, de todos los colores y sabores. Pues parece dejar con ello la arena pública abierta para la negociación de las grandes reformas y el camino allanado para el libre ejercicio del Poder Ejecutivo. Quizá el caudillo y su ímpetu se vayan consumiendo ante la entrada en funciones del nuevo gobierno a partir del próximo primero de diciembre. Y sólo surjan pequeñas luces de su movimiento durante cada elección estatal por venir y no conoceremos la dimensión de ello sino hasta el año 2015, con las votaciones federales intermedias. Ya sabremos entonces quién lo siguió, quién mantuvo la esperanza junto con él de alcanzar nuevamente un espacio en la boleta presidencial para el 2018.

Queda pues de nueva cuenta la experiencia, tanto del primer candidato de las izquierdas, Cuauhtémoc Cárdenas, como de Andrés Manuel López Obrador, que la propuesta de esa fracción sociopolítica debe ir acompañada de algo más que un liderazgo moral y la afinidad de los sectores más radicales de la población. Debe analizarse la posibilidad de crear un conjunto de propuestas frescas. Enriquecidas de programas novedosos que converjan en potenciales proyectos de desarrollo social y económico. Desligarse también de los tabúes y preceptos que han empañado la imagen de la izquierda en el mundo, que rumoran supuestos arribos al poder, acompañados de decretos nacionalizadores de los bancos y las grandes compañías; así como la expropiación de las casas y predios para donárselos a los pobres.

Parece así que no hay tal retiro del candidato amarillo, como el que anunció antes del inicio de su campaña. Pero tampoco hay un movimiento organizado para detener el normal desarrollo de la política en el país, como el de hace seis años. Considero que se abre un área de oportunidad para el equipo del Presidente Electo, que facilitará alcanzar los esperados acuerdos nacionales, con la suma de las voluntades de todos los sectores de la población.

México, D.F. Septiembre 11, 2012.


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