Dualidad protagónica
Aparador. México siempre ha
sido un país controversial. Desde la colonización hasta nuestras fechas hemos permanecido
sujetos al escrutinio público internacional. Nuestra naturaleza combativa
aborigen, sumada a la mezcla europea de pobre estirpe, dio origen a pobladores
con una conciencia de resistencia permanente y al mismo tiempo en búsqueda de
transformación. De ahí que las luchas por la independencia de los ibéricos, la
posterior guerra por liberarnos del imperialismo austro-húngaro y la
revolución, marcaron para nuestro país un estigma distinguido de fuerza y
sensibilidad.
De esta forma, los mexicanos
hemos ido paulatinamente ocupando los espacios públicos internacionales desde
la ciencia, la política y el arte. Por nuestra ubicación geográfica, somos el
gozne entre lo cultura rígida anglosajona del norte del continente y la
desorganizada sociedad hispana del sur. Podemos decir que contamos con lo mejor
y lo peor de ambos mundos. En la medida que hemos avanzado en materia
intelectual con premios nóbeles hasta óscares, también ocupamos los primeros
niveles de pobreza y violencia en el orden mundial.
Ello nos pone en una especie
de estantería frente a detractores, analistas y seguidores. Por tanto, nos
hemos visto obligados siempre a actuar como una sociedad alternadamente pública
y secreta, de acuerdo con las necesidades políticas y culturales del momento.
Las transformaciones tecnológicas evitan cada vez más que una sociedad pueda
permanecer cerrada a ciertas verdades notorias. El trabajo político es cada vez
más minucioso en tareas de seguridad nacional y reserva de información. Pero es
inevitable ser el blanco permanente de análisis.
Recientemente dos hechos
fijaron nuevamente la notabilidad de nuestro país ante los demás. Por un lado,
el paradójico inversionista multimillonario estadounidense, Donald Trump, en tan sólo un par de semanas llevó a
México de la excelencia a la inmundicia. Primero nos comparó con China, por
nuestra potencialidad económica. Posteriormente denostó las capacidades del
país por sus altos niveles de corrupción. Todo parece indicar que el origen de
sus declaraciones se debe a voluntades corporativas distintas. Mientras obtiene
generosas utilidades por sus distintas inversiones en México, pierde posición
en la Academia de la Artes de Estados Unidos por no haber atinado en el apoyo
de las películas premiadas recientemente. El “Negro” Inárritu puede estar aún
más satisfecho de su premio pues tocó fibras sensibles en la comunidad norteamericana.
En otro contexto, el Papa
Francisco I, desde la comodidad de su oficina, lanzó una advertencia a sus
coterráneos, probablemente sin querer. Sugirió a través de un correo personal
que Argentina podría convertirse en un país violento asediado por el
narcotráfico, como ocurre hoy en día aquí en nuestra nación. Las reacciones
enérgicas de nuestra cancillería no se hicieron esperar. La relación entre el
Vaticano y México se tensó por momentos. ¿Dijo alguna mentira el Papa?, ¿no es
cierto que estamos inmersos en una grave crisis de gobernabilidad y seguridad
nacional? El efecto mediático de las desapariciones de personas, los frecuentes
enfrentamientos entre cárteles a lo largo de todo el país, la evidencia de la
complicidad de algunos funcionarios de los tres niveles de gobierno, entre
otros acontecimientos, fortalecen la hipótesis del Pontífice. Cuando las
declaraciones vienen del máximo líder católico –además en tono personal-,
entonces arde.
En la medida que la sociedad
mexicana sea más consciente de su entorno, será más fácil determinar las
acciones a seguir en torno a la recomposición social, política y económica del
país. El espacio común en el que caen todos los políticos acerca de las
potencialidades naturales de nuestro país y la necesidad presta de
aprovecharlas, es incuestionable. El problema radica en qué hacer con ello y
cómo revertir la desintegración de una colectividad que a todas luces ha
perdido el rumbo por permanecer en lucha constante por una autonomía que desde
hace muchos años ya fue concedida y que al parecer, no la hemos hecho nuestra.
Es valioso considerar que al
estar en el pensamiento de personajes emblemáticos en el orden internacional,
es porque nuestra presencia en el mundo es relevante. Las propuestas y acciones
de los próximos gobernantes deberán atender con mayor eficacia el
fortalecimiento de las capacidades en cada rincón de México. La riqueza
intelectual y humanista rebasa al patrimonio natural de las regiones. La
amalgama de ambos factores, de una manera ordenada y planeada de forma
estratégica, podrá seguramente llevarnos a esos primeros lugares dentro de la
economía mundial que siempre quedan en promesas e intenciones, pero que nunca
hemos visto alcanzar.
Mientras tanto, festejemos
que dos mexicanos se hayan colado, por segunda ocasión, en la cultura del cine
norteamericano. A través de una producción que muestra claramente las
debilidades del sistema de ese país. Las mismas que les dio la oportunidad a
Alejandro González Iñárritu y Emmanuel Lubezki de hacerse de varios óscares, en
medio de la polémica y la frustración de algunos por la naturaleza crítica del
filme.
Enhorabuena para el Negro y
el Chivo. Bien merecido.
México, D.F. a 27 de febrero
de 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario