miércoles, 16 de mayo de 2012

Tesoro Divino

Ana Mariela Quiroga Treviño, una de mis mejores maestras de la carrera –tamaulipeca de origen, regia de corazón-, se pulió por formarnos en materias como planeación, administración, gestión de costos, entre otras. Pero fue mucho más exigente cuando nos pidió que nuestro desempeño profesional debía fundarse en valores como la honestidad, la conciencia, la rectitud, la integridad, la disciplina, el orden y la metodología; menuda labor para los que trabajamos ahora en tareas públicas.

Cómo me gustaría volver a esos años universitarios, donde mi fresco pragmatismo ideológico respaldaba una necia visión sobre el gobierno. Eran tiempos difíciles. Durante la campaña presidencial de ese entonces, Colosio había sido muy mal recibido por los estudiantes del TEC de Monterrey, lo abuchearon. Cárdenas optó por no presentarse –al menos no recuerdo haberlo visto por allá- y el jefe Diego fue ovacionado. Radicales por naturaleza, los jóvenes de ese entonces queríamos un cambio. Recuerdo que no todos los foráneos alcanzamos a votar, se acabaron las boletas; pero ya había descontento. Queríamos un México sin crisis, que nos ofreciera oportunidades de desarrollo. Cada que había oportunidad de expresarnos, lo hacíamos y lo hacíamos con ímpetu, sin cortesía. Nuestra voz no estaba sesgada –al menos los de la mayoría- por la camiseta de un partido, la nómina de un gobierno o la esperanza futura de un puesto. Sólo nos expresábamos.

Cuando vi la forma en que los estudiantes de la Universidad Iberoamericana recibieron a Peña Nieto la semana pasada, recordé todo ello. ¿Por qué pensar que serían infiltrados los que lanzaban los señalamientos en su contra? ¿Por qué pensar que los chavos de escuelas de paga estarían a favor del candidato priísta y no al contario? ¿Error de cálculo de los que organizan su campaña? Creo que el candidato del PRI-Verde se enfrentó, por primera vez, a una de las poblaciones más duras y críticas. Por eso su reacción defensiva. Por eso el contraataque de su partido argumentando que se trataba de una orquestación. Creo que eso fue el error más grave de todos. La discriminación. Los estudiantes siempre han sido así; unas veces más radicales aún. Tenemos grandes y conocidos ejemplos: Los estudiantes de la UNAM, los normalistas de Chiapas, los nicolaítas en Michoacán, los de la Universidad Autónoma Benito Juárez en Oaxaca, en fin. No sólo se trata de escuelas financiadas por el gobierno, también las privadas toman el micrófono y alzan la voz.

Es importante recoger la visión de los jóvenes, de cualquier escuela. Se trata de una población ávida de espacios, de reconocimiento, de ser escuchada. Son el motor de transformación de cualquier sociedad, sin tratar de caer con ello en espacios comunes. Pero la ausencia de compromisos laborales y sociales –matrimonio, hijos- permite a los jóvenes ser más abiertos en su concepción del deber ser de la política. No es raro entonces suponer que buscar un foro juvenil conlleva riesgos para un postulante. Sobre todo para aquél cuya campaña está basada en la imagen y no en políticas públicas enfocadas al desarrollo, que consideren la inclusión de ese sector a la población económicamente activa del país. Es importante comenzar a conocer de cada candidato propuestas de este tipo. Mientras tanto, esa ausencia abrirá oportunidades para el encono y los señalamientos.

La población votante más joven, es la que menos expectativas se está generando alrededor de las elecciones y los candidatos. Parece que han perdido la capacidad de creer en que alguien tenga verdaderas intenciones de gobernar por el bien de todos. Ni siquiera quieren considerar quién es el menos malo. Recuperar su confianza no es tarea fácil, porque precisan de acontecimientos que les devuelvan la esperanza en los gobernantes. Necesitan saber que su futuro está asegurado. Esta desazón ya se permea por si sola de generación en generación.

Es tarea de cada partido, de cada candidato, de cada gobernante, de cada legislador, decidir una nueva forma de hacer política, una nueva manera de formular políticas públicas, una nueva actitud para gobernar. De lo contrario, seguiremos radicalizando las posiciones, hasta llegar a los enfrentamientos crudos que viven otros países en la actualidad porque las nuevas generaciones no están cómodas con su futuro y menos con su presente.

Escribo estas líneas el día del maestro, con gratos recuerdos de mis épocas escolares. Gracias a Antonio Córdova, Pilar Carmona, Sergio Domínguez, Maty Sarquis, Ernesto Pacheco, Rafael Herrera, Magda y Odette Jan, Ana Mariela Quiroga, Eugenio Bueno, Saúl López, Salomón Chertorivsky, Orlando Corzo, Reyna Hidalgo y muchos otros que en las aulas y en la vida me enseñaron a ser lo que soy ahora. A mi padre y madre que fueron también mis maestros en la secundaria porque no confiaron más que en ellos para educarnos y fundaron la ahora extinta Antonio Caso en Tuxtla Gutiérrez.

Enhorabuena a los alumnos y a los maestros de la Ibero que no claudicaron en su esfuerzo para hacer oír su voz. La democracia aguanta eso y más, por eso es democracia, es actividad, es pluralidad sin prejuicios, es sumar.

México, D.F., 15 de mayo de 2012

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