miércoles, 13 de junio de 2012

Simón, Zijronó LiBerajá

Estúpido cáncer de páncreas. Se ha llevado a amigos y familiares. Y a otros más los mantiene con el alma en un hilo. Me los encuentro de vez en cuando luchando contra él, sin perder el ánimo ni la esperanza de vencerlo. Aunque es de los menos frecuentes en México, es el más letal. De mis amigos cercanos, Simón Hochstein Aron es su más reciente víctima.

Como asunto público, en materia de salud, el cáncer es una de las enfermedades más relevantes en México, junto con el SIDA, por su carácter degenerativo y de alto índice de mortandad. Son casi 120,000 mexicanos los que reciben este diagnóstico anualmente y 35,000 los que fallecen cada año por esta enfermedad. Desde que el cáncer ronda mi familia, con la muerte de mis abuelos maternos, el tema para mí se ha vuelto verdaderamente perturbador.

Los estudios médicos más formales indican que son enfermedades degenerativas asociadas a otros trastornos del cuerpo humano. En este caso particular, una dieta abundante en grasas y azúcares desmedida y sin control, podría derivar en un probable cáncer de páncreas, cuando el metabolismo de la persona no sea lo suficientemente apto para procesar los alimentos. Así, otros factores se asocian a los demás cánceres, como el de mama por la posible exposición a radiaciones, el de pulmón entre los amantes del tabaco, en fin.

Tanto el sector público como el privado en nuestro país están cada vez más preparados para desafiar la enfermedad, pero los costos en el ámbito privado son muy altos y el subsidio en el sector público es insuficiente. Cuando una familia enfrenta una situación así, lo primero que se afecta es su economía, después del ánimo, claro. Sobre todo si el enfermo se trata de la misma persona que se encarga de proveer el gasto del hogar. Si el problema es cada vez mayor, por la cantidad de muertes por año, entonces podemos decir que se trata de un asunto de salud pública. El gobierno entonces es responsable de tomar acción y tomar las medidas necesarias para su solución. 

Es imprescindible que el gobierno cuente con una especie de operación emergente de defensa nacional, casi como estrategia militar, tal como se aprecia en las películas gringas cuando descubren gérmenes mortales que atacan una pequeña población y detienen su proliferación antes de extenderse por el mundo. Así el cáncer. Sólo que en este caso el combate no radica solamente en la cantidad de recursos que se destinen para atender a los enfermos y buscar que sobrevivan. Hay que atacar el problema de raíz. Como si se tratara de la búsqueda de la misma vacuna. Empezando por aceptar que en México la mayoría de la población come mal, abusa del tabaco y no existe una cultura de prevención médica. Ese es el germen primario.

No digo con esto que el gobierno debe solventar todo lo que una familia no puede pagar, como recita un lema de campaña. Pero sí puede coadyuvar desde el sistema educativo respaldando programas escolares que hagan consciente a niños y jóvenes del valor que representa llevar una vida sana, libre de riesgos, ordenada y saludable; hasta el apoyo en el sector salud a través del incremento en la participación presupuestal de los programas dirigidos a la prevención, en las comunidades más vulnerables, con el fin contrarrestar los efectos infortunados de esa enfermedad.

Asimismo, considero necesario iniciar una campaña mucho más agresiva que comprenda por un lado el financiamiento para la investigación científica dirigida a buscar curas más efectivas contra este padecimiento, y por otro, mejorar las condiciones de los grandes centros de atención del país, como el Centro Médico Siglo XXI en su área de especialidades oncológicas –que ya de por sí es bueno-. Así como contra el narco, que se luche contra el cáncer.

Voy a extrañar al viejo Simón, simpático, siempre amable. Coqueto con las mujeres. Navegó por todos los mares, presumía. Coleccionista de las cervezas más extrañas, que iba recogiendo a lo largo de sus viajes por el mundo. A sus 74 años, el ingeniero Hochstein seguía formando a los jóvenes topógrafos que llegan a Pemex para hacer sus prácticas profesionales, delimitando las extensiones de terreno propiedad de la paraestatal que permanecen en regularización sempiterna desde la expropiación petrolera. Zijronó LiBerajá, descanse en paz mi viejo y judío amigo.

México, D.F. Junio 11, 2012

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