martes, 17 de julio de 2012

Cicatrices históricas

Austeridad. La reducción del sueldo de un político no es sinónimo de rigidez en el gasto público. Es, en mi opinión, un acto desesperado por demostrar interés en el bien común, cuando la imagen ya se afectó. El impacto financiero es mínimo en realidad, pero la percepción que se intenta modelar es la de prudencia en el destino de los recursos gubernamentales.

España atraviesa una de sus más duras crisis sociales y financieras desde la caída del franquismo. La sombra cobijadora del Pacto de la Moncloa se terminó de extinguir con los más recientes escándalos de la monarquía española. El Rey gasta como Emperador, en viajes de cacería a Botsuana acompañado de su novia en turno. Pero más grave aún es el caso del esposo de una de sus hijas, Iñaki Urdangarín, implicado en actos de corrupción. Recorte necesario al gasto de la Corona. También Rajoy y su equipo redujeron sus ingresos. Los burócratas reclaman por los ajustes anunciados. Alta inmigración de marroquíes, latinos, entre otros. Sueldos congelados. Presión de la Unión Europea. Todo un cocido en ebullición que pone en riesgo la serenidad del pueblo español.

Pero, ¿en realidad es el recorte a la mano de obra una opción adecuada para los gobiernos? Considero que es sólo un efecto mediático que finalmente golpea directamente a la misma administración y pone en riesgo su futuro. ¿Cómo desarrollar a los burócratas de un país si lo primero que se golpea es el bolsillo de cada uno de ellos? Considero que en paralelo, se genera otro efecto en la sensación del servidor público. Se abre el espacio para la corrupción o la holgazanería. Porque de alguna manera tiene que obtener mayores ingresos, en el primer caso; y no importa si trabaja más o menos, su sueldo será el mismo; para el segundo. Es decir, estas medidas vanguardistas que hacen uso de ideas aplicables a la iniciativa privada, no previenen el efecto secundario sobre los trabajadores y por ende, al mercado que se dirigen: el Pueblo.

Se ha perdido ese acercamiento del gobierno con la sociedad. Por eso el descontento social. Por eso las medidas populistas. España es un gran ejemplo de cómo la acción gubernamental orientada hacia los condicionamientos liberales del mercado o al populismo, han desmoronado el equilibrio social que se gestó en el país ibérico desde los años ochenta. Cuando después del régimen militar se restableció el estado de derecho y desde la monarquía hasta los sectores más pobres apostaron por un país mejor. 

Cuando veo todo ello, pienso en México y el reto del próximo gobierno. El lunes pasado, el virtual Presidente electo publicó en el periódico Reforma sus primeras tres líneas de acción inmediatas: Combate a la corrupción, transparencia en todos los niveles de gobierno y seguimiento a la contratación en medios. Espero que vengan muchas más, más inmediatas y más operativas. Sí es necesario el combate a la corrupción, de hecho hay todo un esquema actual que ya se encarga de ello y ha dado muestras de su eficiencia; al menos en Pemex y CFE han caído varios por actos ilícitos. También es importante que todos los niveles de gobierno se abran a la transparencia y prueba de ello es que cada día es más evidente que el IFAI es el órgano que funge como el contralor social ante las demandas de información ciudadana. Y no menos trascendente, es supervisar la manera en que los personajes de la vida pública han tomado a los medios como trampolín para sus futuras aspiraciones, utilizando incluso los programas sociales como base para el fortalecimiento de su imagen personal. Bien por el comienzo, señor Peña; fuerza para el resto del camino.

Pobreza, empleo, salud y educación son también grandes temas. Delicados hoy en día por la sensibilidad social del momento. Si ponemos las barbas en remojo ante lo que acontece en otros países, es necesario ser precisos en la atención que se brinde a cada uno de estos problemas públicos. La oportunidad de oro que se le brinda al Partido Revolucionario Institucional es la de evitar cometer los errores del pasado. Así como evitar también caer en los errores en que incurrieron los dos gobiernos panistas que sucedieron a Ernesto Zedillo. Se trata de prepararse para dar una batalla de frente a los asuntos que más aquejan al país. No de sostener el triunfo a través de buenas intenciones.

La búsqueda de un pacto es fundamental. La publicación de Enrique Peña Nieto lo confirma. Los acuerdos nacionales surgen de problemas globales. Acudir a las entrañas de las dificultades seguramente sensibilizará a sus adversarios. Porque la sociedad en México, así como lo vemos con los españoles, está ávida de soluciones, de un viraje de timón que encauce las energías y ofrezca vías de solución asequibles para todos los sectores de la población. Austeridad, racionalidad, eficiencia en el gasto son vicios de oficio en el gobierno, son prácticas establecidas ya per sé. No sólo el recorte es la vía de solución. La forma de operar los dineros del gobierno es lo que debe cambiar. Así, los tramos de corrupción se acortarían, todos conoceríamos el rumbo y dirección de los recursos otorgados y evitaríamos entonces el interés de los gobernantes por lucirse ante las cámaras por sus acciones… el mismo pueblo las reconocería de inmediato.

México, D.F. Julio 17, 2012



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