martes, 24 de julio de 2012

De cinismos y contradicciones

Dinero. Hasta hoy, uno de los instrumentos más eficaces inventados sobre la tierra. Coacciona las voluntades más férreas, destruye economías, corrompe. También engrandece, empodera, vigoriza. El dinero es violento, lo dijeron ya los economistas Aglietta y Orléan. Superó su función antropológica del intercambio. Como la misma energía, no se destruyó, se transformó. Incluso se multiplicó. Pero no alcanza para todos. El que ya tiene, quiere más. El que no tiene, verá la forma de alcanzarlo, a como dé lugar. Un círculo enviciado que ha provocado la locura de muchos. ¿Cuánto es suficiente? Eso lo determina la ambición. Esa emoción enfermiza por conseguir más. Así como el dinero, el poder. La mezcla de ambos es lo que pone en marcha a las economías del mundo. Moviliza a la sociedad. Activa a los políticos. Es una mezcla energética dual que provoca paz o guerra, justicia o injusticia, éxitos o fracasos.

Esta visión me llega hoy en día cuando analizo las grandes paradojas de nuestra vida cotidiana. Tanto en el terreno social, político o económico. ¡Qué delgada es la línea entre la decencia y la impudicia! O más bien, qué cercanas son una de otra. Parecieran incluso el balance necesario para el orden general. Los polémicos casos de los hermanos incómodos son ejemplo de ello. Rafael Correa, presidente de Ecuador tuvo que imponer sanciones severas a su hermano el empresario, Fabricio, para evitar un descalabro en las contrataciones gubernamentales, cuando ese país atraviesa una grave crisis económica y un acelerado empobrecimiento de su población. Ahora Fabricio busca las elecciones para competir como el opositor del gobierno.

Por otro lado, Humala, el mandatario del país peruano, trata a su hermano convicto con el respeto y la dignidad que ningún otro preso goza en las cárceles de Perú. Encarcelado por el asesinato de los guardias de seguridad del expresidente Toledo, los privilegios que goza este exmilitar rebasan la línea de la decencia.

¿Dónde hemos visto esto antes? ¿Será acaso un mal endémico? Parece que la estampa pública provoca tensión en los familiares de todos los gobernantes, de tal forma que se manifiesta en ellos una sensación de perpetuidad, misma que los pone por encima de las leyes, la compostura, la dignidad, el decoro, la honestidad… como la unción divina de la monarquía de principios de nuestra era.

El caso más reciente en México es el de Xóchitl Gálvez, excomisionada para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas en el gobierno de Fox. Su hermana fue detenida por estar involucrada en presuntos casos de plagio. Xóchitl dio la cara ante los medios. Dijo que no puede más que apoyar a su hermana de manera jurídica. Y es cierto. Ante esos hechos, no hay nada más qué hacer que aceptar la realidad de los hechos y dejar que los aparatos de Justicia decidan las sanciones de acuerdo con la Ley.

Esa misma delgada línea es la que encuentro entre los litigantes partidistas por los resultados de las últimas elecciones presidenciales en nuestro país. Las evidencias han comenzado a salir a la luz. No dejan a uno solo libre de culpa. PAN y PRD, los vencidos, se acoplan para demandar la limpieza de los recientes sufragios. El PRI, por su lado, acepta que hizo uso de tarjetas de prepago... pero poquito. A su vez, contrademanda al Movimiento Progresista por un supuesto financiamiento paralelo. Es decir, todos sabían desde antes qué hizo el de al lado, pero nadie se hizo responsable por ello. Esperaban ganar. Sólo si alguien denuncia, si alguien mueve los hilos de manera distinta, los demás saltarían. ¿Y la Nación? ¿Y el bien común? Olvidemos los buenos principios, esos se quedaron fuera antes del arranque. La solución está en las manos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Menuda labor para los señores ministros. Aunque creo que no cambiará el orden de los resultados como los conocemos hasta ahora, tampoco me sorprendería un cambio de timón de último minuto para evitar desvirtuar la transformación democrática del país.

En fin. Dinero y poder parecen ser los factores principales del balance político, social y económico hasta ahora. No importa si se violan las líneas de la ética y la justica o se pervierten los principios de los protagonistas. Mientras ambas energías confluyan, el orden establecido rendirá frutos para los actores de esas tres esferas. Sólo basta que un elemento supere al otro y el balance se rompe. Las estructuras se desmoronan. Y emerge el conflicto. No hay espacio para el acuerdo, porque no existió de inicio. La ambición no se detiene a consensuar.

México, D.F. Julio 24, 2012

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