martes, 28 de agosto de 2012

Ydai vos, Laco

Sobriedad. Así lucía la sala Manuel M. Ponce del Palacio de las Bellas Artes el pasado 23 de agosto, recinto en el cual se formalizó la incorporación de Eraclio Zepeda, a la Academia Mexicana de la Lengua. Ahí con él, Jaime Labastida, los vicentes Leñero y Quiriarte, Gonzalo Celorio y un sinnúmero de académicos destacados. El recinto, lleno. El evento comenzó puntualmente, 19:00 hrs. Se fueron al grano, Laco tomó la voz y comenzó por una relatoría de la investigación lingüística en México. Las fusiones culturales. Lenguas indígenas en su ocaso como la de algunas regiones del norte del país. Así fue de lo general a lo específico, hasta llegar a Chiapas, su estado natal. Como lo dijo después Quiriarte en su discurso de respuesta y bienvenida, Zepeda es un especialista de la dialéctica chiapaneca. Yo digo que no sólo es lingüista, es un amante de las lenguas. Ha venido identificando a lo largo de su vida los modos de expresión regionales y los ha llevado a su quehacer literario. Benzulul, De la Marimba al Son y su reciente tetralogía son ejemplos de ello.

Zepeda se hizo en la brega desde joven. Pasó por la academia militar en México. Participó también en los enfrentamientos de Bahía de Cochinos, durante la emancipación cubana de la ocupación estadounidense. Cruzó las fronteras y probó suerte en las culturas orientales comunistas. Regresó a México y militó en la izquierda mexicana, fue precandidato a la Presidencia de la República por el PSUM, después de ser diputado por Chiapas. Junto con Andrés Fábregas y Eduardo Robledo fue nombrado miembro de la primera comisión para la paz, por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, después del estallamiento de la guerrilla zapatista en Chiapas. Fue también Secretario General de Gobierno en ese estado.

El General, como yo le digo por su aparición como Francisco Villa en las películas de Reed México Insurgente de Paul Leduc y en Campanas Rojas de Sergei Bondarchuk, ya era parte de la Academia desde hace muchos años… pero no lo sabían los demás. Fue premio Xavier Villaurrutia en 1982. Otra serie de reconocimientos internacionales más lo acreditan. Su producción y su actividad en el círculo intelectual mexicano ha sido fructífera. Su paso por la UNESCO como embajador de México en París dejó huella de ello. No llegó tarde su designación, solamente se formalizó ante ese círculo.

La solemnidad del acto no pudo sostenerse porque Zepeda fue el mismo de siempre. Sencillo, campechano, con el humor que le caracteriza. Tal como ocurre en Los Pálpitos del Coronel –uno de mis favoritos-, sacó a relucir el “voceísmo”, que es el uso de la palabra “vos” en Chiapas, herencia española del usted o . También explicó ante el primerísimo grupo de eruditos lingüísticos cómo los chiapanecos sustituimos el plural por el singular: los puerco, sus papá… Fue incontenible el estallido de las risas de toda la audiencia. Una vez más, Laco había enamorado a su público, tiene ese don que admiro desde pequeño.

La Rial Academia de la Lengua Frailescana también formó parte de su disertación. Elevó desde ya a nivel de cátedra, ese aquelarre de ilustres desenfadados que han hecho de sus reuniones un agregado de expresiones de la cotidianeidad de la región. Así nace el intelecto, de juntar las piezas de una cultura particular. Lo que viven Laco, desde hace un tiempo y la Rial, hace poco, es su inclusión en las páginas de la enciclopedia de la cultura universal.

Eraclio encontró en Elva Macías a su compañera de vida. Uno no es sin el otro. Elva es poetisa y promotora del arte. Ahí estaba ella. También Masha, hija de ambos, pintora y una gran impulsora del arte juvenil mexicano, en México y el extranjero. Y Milena, su nieta, de grandes ojos verdes, ya vinculada también en cuestiones artísticas y culturales a su corta edad.

Disfruté mucho al ver la medalla colgando del cuello del cuentista, novelista, actor y político. Orgullo de sangre y de chiapaneco. ¡Enhorabuena mi General!


México, D.F. Agosto 28, 2012

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