Disculpa aceptada
Luminiscencia. El
fulgor que aún irradia el expresidente Bill Clinton fue un factor clave –de
nueva cuenta- para el gobierno federal, después de su visita a Los Pinos en
días pasados. El único individuo que puede dar la fortaleza a su discurso a
través de la disculpa, es él. Sólo en su persona vale la palabra “perdón”.
Porque con ella salió invicto del escándalo sexual en sus épocas de mandatario:
Mantuvo exitosamente tanto el puesto como su matrimonio. El segundo quizá de
mayor conquista que el primero, a decir de muchas amigas mujeres que lo
afirman, pues no perdonarían el hecho ni saliendo en cadena nacional, en prime
time, reconociendo la ofensa.
Y es que compartir la
responsabilidad de los excesos del narcotráfico con el poderoso vecino del
norte, es casi como haber obtenido la exoneración ante los hechos. Ya de facto
obliga a la colaboración conjunta para seguir combatiendo a este mal endémico.
Pero también, la declaración del expresidente norteamericano cae como un gran
alivio ante los recientes acontecimientos que han venido erosionando
profundamente la imagen de los gobiernos en todos sus niveles, por sus
presuntos lazos con el crimen organizado. Unos ya incluso, evidenciados y
sentenciados.
Tanto estadounidenses
como mexicanos atravesamos por procesos electorales circunstanciales. Los
primeros, en su fracción demócrata buscan posicionar en la figura de Hillary
Clinton a la futura candidata a la presidencia en el 2016. Hace apenas unos
meses, en Washington, su esposo fue duramente criticado por un grupo de
académicos y activistas porque durante su periodo como mandatario permitió el
trasiego de drogas por tierra a través del territorio mexicano, al limitar las
rutas aéreas y marítimas debido al endurecimiento de las políticas antidrogas y
los operativos al respecto.
En México, se acercan
las votaciones de medio término. Los índices en las mediciones de confianza del
electorado han caído estrepitosamente. Hay cada vez menor credibilidad, por
parte de la sociedad, en las instituciones. Es notable la débil protección con la
que cuentan, ante los constantes embates del crimen organizado para colarse al núcleo
de las decisiones en las distintas regiones del país. Funcionarios públicos,
gobernantes de todos los niveles y partidos políticos han quedado expuestos a
ello. Ninguno puede exonerarse por completo.
Es notable que ante
ello, lejos de una estrategia desgastante como la instaurada por el
expresidente Calderón, el primer círculo del presidente Peña Nieto parece haber
elegido una más mediática que evidencia la buena voluntad de ambos países para
combatir el narcotráfico, sin glorificar de sobremanera las acciones en la
línea de combate. Quizá para desviar la atención internacional acerca de la
creencia que México está bajo ataque permanente y que la ciudadanía vive en
riesgo constante por ello. Y también para enfriar las plazas para los próximos
sufragios.
A pesar de ello, confío
en la madurez de nuestra democracia. No juzgo personalmente el papel del actual
gobierno. Pero de llevarse a cabo unas elecciones honestas y transparente en
los próximos meses, sabremos con exactitud la valoración que le otorgó la
ciudadanía a la labor de los hombres de Estado y sus legisladores. Ahí se
medirá la verdadera credibilidad en las acciones de gobierno. Además de las
tendencias y preferencias para la segunda mitad del mandato presidencial actual,
en torno a la sucesión de 2018.
Han sido varias ya las
ocasiones en que el presidente Clinton expresa disculpas ante acontecimientos
de su mandato: Ruanda, Guatemala, Tuskegee. Ahora le tocó a México, en un
momento clave. No quiero decir que esté desgastada la figura. Pero puede agotar
su credibilidad si se vuelve un modus operandi habitual.
México necesita
acciones de limpieza estructural aún más profundas. No creo que al nuevo zar
anticorrupción le ayude saber que el origen de los problemas emana de
decisiones que se tomaron hace más de 15 años del otro lado de la frontera. La
caja de Pandora tiene una fisura, si no es que ya se terminó de abrir. Y ante
lo evidente, el quehacer, la acción.
Frenar la
descomposición del sistema deberá ser un elemento primordial dentro de la
oferta política de las próximas elecciones… y de las siguientes y de muchas más
futuras. Sólo así, con determinación, se logrará revertir el retroceso político
y social que ha dañado tanto la confianza de los ciudadanos. Cada vez que hablo
de política, encuentro rechazo. Somos pocos los que seguimos esperanzados en un
futuro armónico entre las tres esferas del pacto social: la económica, la
social y la política.
¡Qué bueno que los
vecinos acepten su parte en el problema! A nosotros nos toca la nuestra y por
lo visto, no nos está yendo nada bien. Seguimos expuestos a la desconfianza, al
temor y a la incertidumbre. Es momento de actuar de manera organizada y hacer
uso de una de las herramientas más poderosas: el voto.
México, D.F.,
a 10 de febrero de 2015.
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