lunes, 9 de febrero de 2015

Silbido solicitante 

Síncope. Déficit fiscal de hasta el 15 por ciento del PIB. Inflación galopante. Caída en los precios del petróleo. Baja producción de crudo. Año electoral. Todos esos síntomas se suman a una descomposición social debido a la falta de propuestas de oposición estructuradas que formule verdaderas transformaciones; además de un liderazgo presidencial que ha venido cayendo de la gracia del electorado con aceptaciones por debajo del 30 por ciento. Venezuela vive hoy su crisis más fuerte de los últimos 20 años.

La fortaleza del gobierno de Nicolás Maduro no sólo había descansado en la figura omnipotente, casi celestial del fallecido Hugo Chávez. La sacralización del dictador militar había mantenido en la raya a las fracciones contrarias. Además de una aplastante movilización militar de control que terminó con el encarcelamiento de los líderes opositores como Leopoldo López. Quien estuvo a punto de ganar las elecciones presidenciales pasadas. Hoy en día, dos factores alejan al mandatario venezolano de sus sueños de sucesión. Por un lado, la crisis petrolera mundial que también afectó la economía de ese país. Y al mismo tiempo, la nueva relación de Cuba con Estados Unidos, expuso al gobierno bolivariano –como se han hecho llamar-, porque ya no se sostiene la excusa de la perpetua orquestación maquiavélica, coordinada oscuramente desde Washington, para desequilibrar un movimiento socialista que se desinfló desde hace muchos años.

Son pocos los espacios económicos que le quedan al gobierno para operar. Se consumieron todos los puntos de ingreso debido a la campaña permanente de expropiación de los intereses económicos internacionales. La bonanza de los precios del petróleo le otorgaba la fortaleza necesaria para hacerlo. El modelo se agotó de pronto y sorpresivamente. No hay bases estructurales adicionales que lo sostengan. “Huid del país donde uno solo ejerce todos los poderes: es un país de esclavos”, declaró Bolívar alguna vez.

Hace unos días platiqué con empresarios italianos que tienen inversiones en Venezuela. La situación social es tan complicada ahora, que incluso las medicinas para aliviar un dolor de cabeza ya se trafican en el mercado negro a precios exorbitantes debido al desabasto en fármacos. Y así la comida, el vestido y todos los demás servicios de primera necesidad. La cerrazón del sistema que se gestó desde las épocas del excéntrico  presidente Chávez, mantienen a la sociedad actual en una serie de dificultades en mateira de salud, alimentación y vivienda como nunca antes. Crece con ello la radicalización y el descontento. Ya no será suficiente la llamada del divino expresidente en el silbido de un canario. La carestía se acelera y los medios para el gobierno se agotaron también.

Durante los próximos meses antes de las elecciones, percibo dos escenarios. El presidente Maduro endurecerá los controles militares para sostener el poco espacio de poder que le queda y esperará que las condiciones económicas mundiales cambien a su favor para continuar en el mando. Paralelamente la oposición organizará una campaña más agresiva y menos tolerante que le permitirá avanzar entre la sociedad, con la fortaleza que le otorga la crítica escasez. Desafortunadamente ninguno de los dos es alentador. Venezuela tiene una herida grave.

La transformación de ese país, si es que cambian las condiciones políticas, será lenta y desgastante. Sólo un pacto que promueva la cohesión social y la puesta en marcha de políticas públicas redistributivas, con una disposición mucho más abierta a la participación de entidades económicas internacionales, otorgará a Venezuela las circunstancias necesarias para sacarla de la barranca en la que está estancada.

De nueva cuenta, es el oro negro el que otorga o resta poder a los gobiernos. Esto demuestra que la estrategia debe cambiar. Todos los países que han apostado su crecimiento en el petróleo se olvidaron de un plan anexo que impulse a otros sectores de su economía. México, Brasil y Venezuela son ejemplo de ello. No importa la ideología del régimen. Sino la correcta aplicación de políticas públicas para el desarrollo, orientadas al fortalecimiento de sectores productivos. No es tarea fácil, pero requiere la completa disposición de todas las fuerzas sociales de cada país.

Mientras tanto, a esperar que un silbido, un sueño o una iluminación orienten al presidente Maduro para que voltee a ver las condiciones del país y reoriente el rumbo y abra el espacio necesario para unas elecciones justas que determinen un nuevo orden social, político y económico para Venezuela.

México, D.F. a 7 de febrero de 2015.


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