Aproximaciones sucesivas al progreso
Primer mundo. –Quiero
transformar a Pemex, quiero que sea reconocida como una empresa con estándares
internacionales-. Lo escuché varias veces en distintas voces. De Raúl Muñoz
Leos, de Luis Ramírez Corzo, de Jesús Reyes Heroles, de Juan José Suárez
Coppel. El primer día que se presentó ante los petroleros, en la explanada de
la torre corporativa. Emilio Lozoya Austin, el más joven de los directores
petroleros en la historia… también se lo oí decir.
Con los primeros dos,
tuve la oportunidad de participar activamente en el diseño de múltiples
estrategias para lograr la ansiada reforma energética. El presidente Fox tenía
en su agenda de arranque, la transformación de Pemex y su autonomía. Reformar
la Constitución para otorgar mayor autonomía de gestión y restar la pesada
carga impositiva que durante 20 años había corroído la estructura financiera de
la paraestatal. Fue imposible alcanzar consensos. En las cámaras se discutía en
los pasillos las posibilidades de reforma, pero la aceptación era frágil. Todos
querían colgarse en el tren de la modernidad, pero las heridas del cambio aún
no sanaban y las corrientes opositoras jamás hubieran permitido otorgarle al
Partido Acción Nacional, estrenarse en el poder con un salto estructural de ese
tamaño.
Además, de la mano
debía de ir la otra reforma. La hacendaria. ¿Quién en su sano juicio se deshace
de la gallina de los huevos de oro? Soltar los dineros del petróleo para
modernizar la empresa nacional, obligaba buscar nuevas fuentes de
financiamiento para el Gobierno Federal. No salían las cuentas para repartir
entre los estados. En fin, era un estambre enredado por un gato y día con día,
se fueron apagando los ánimos y las posibilidades.
Durante el sexenio
calderonista, los esfuerzos también fueron pieza clave desde el inicio del
sexenio. Era una meta fundamental. Cada vez era más clara la necesidad de abrir
el espacio para la explotación del crudo en superficies más complejas: Las
placas tectónicas de piedra más pesada y dura del Paleocanal de Chicontepec y
las aguas profundas del Golfo de México, alrededor del Hoyo de Dona. La forma
de extraer hidrocarburo fácilmente se había terminado. Subsistía y subsiste
Cantarell, pero su tiempo se termina sistemáticamente. Entonces también se
montó una estrategia liderada desde las oficinas del economista Reyes Heroles.
Su equipo, de los más preparados en la materia lanzó un nuevo y agresivo plan
que puso a discutir los alcances de la ansiada trasformación constitucional en
todos los niveles técnicos e intelectuales. Pragmáticos, dogmáticos,
estructuralistas, liberales, tradicionalistas… todas las corrientes tuvieron su
espacio. Pero la reforma no terminó de llegar.
Entretanto, se crearon
esquemas de participación para que Pemex lograra colaborar con la iniciativa
privada con el fin de explorar campos potenciales, así como comenzar la
extracción de petróleo y gas en las zonas con mayor posible presencia. Todos
fueron observados desde la oposición y duramente investigados por lo
controvertido de su origen. Aunque alineados en materia constitucional, siempre
en la marginalidad de la Ley por su lejanía con el sentir histórico de aquél 18
de marzo de 1938, cuando se expropió de los ingleses y los americanos el petróleo
como recurso puramente nacional.
Hace casi un año. El pasado
11 de diciembre de 2013, la Cámara Alta aprobó la Reforma Energética propuesta
por el presidente Enrique Peña Nieto. La Cámara de Diputados, lo hizo al día
siguiente. Finalmente, el 20 de diciembre, fue una realidad constitucional tras
su promulgación oficial.
¿Qué ofrece esta
reforma?, ¿cuáles son sus alcances? En mi opinión, mucho ofrece y mucho
alcanza. Sin sentimentalismos. Lo logramos los mexicanos. Porque se permite la
participación activa de muchas empresas, capaces de seguir proporcionando el
vital componente energético todavía insustituible y por ello crecidamente
comerciable. Porque Pemex y la propiedad de los recursos siguen siendo del
Estado y no son éstos una materia prima más del componente nacional.
Junto con ello, se
establecieron mecanismos de equidad que permitirán primero a los mexicanos y
sus compañías, acceder a mejores campos de explotación. Obliga a todas las
empresas a colaborar con las comunidades de manera activa mediante acciones de
desarrollo social y cuidado del medio ambiente.
Fueron muchas las
aproximaciones sucesivas para alcanzar este documento. Fueron muchos años de
arrastrar el lápiz y eliminar las barreras ideológicas. Vamos a darle el
espacio y el tiempo para que demuestre su cometido. Era necesario para el país.
Era necesario porque ya no podía darse otra acción más que la de transformarse.
Estamos ante un nuevo modelo de industria petrolera, ha funcionado bien en
otros países. Confío que México no será la excepción y por ello, ya alcanzamos
un escalón más hacia el desarrollo. Hacia el primer mundo.
México, D.F.,
a 27 de noviembre de 2014.
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