martes, 13 de enero de 2015

Ímpetu superfluo 

Necesidad. Aquello que resulta indispensable para vivir de manera plena. El ser humano se rige por sus carencias desde el primer momento de su concepción. Sed, frío y hambre son sensaciones que se identifican con la necesidad orgánica de agua, calor y comida, respectivamente. La falta de satisfactores, generalmente produce incomodidad.

Y es que nada como retomar las viejas enseñanzas de Rulfo. En su Llano en llamas nos muestra a un sufrido Juvencio Nava, quien pide a gritos a su hijo Justino buscar una opción para no ser fusilado por el hijo de Lupe Terreros. Quien lo había descubierto después de muchos años y buscaba vengar la muerte de su padre, de manos del primero.

"Yo nunca le he hecho daño a nadie." Es la disculpa del inconsciente Juvencio. A pesar de las advertencias, pasó por encima de los demás en congruencia con su condición de desposeído. ¿Por qué si el vecino tiene, no comparte? No puedo alcanzar, durante el corto relato, precisar quién sea el más avaro. Pero es innegable que uno arrebató lo que el otro no estuvo dispuesto a compartir.

Juvencio es el representante de aquellos que hoy nos encontramos por montones en México. Que por la falta de acceso a recursos, considera que puede tomarlos del vecino de la manera que le sea posible. Cada vez más violenta. Saquear, golpear o matar son ya opciones elegibles. Al margen de la Ley y los derechos de otros ciudadanos.

Puedo ver también que no es una condición de clase. Es una condición humana. Tanto del pobre de la colonia Buenos Aires, como del empresario de las Lomas de Chapultepec. Del político de un municipio del norte del país, como del ejidatario de un pueblo tabasqueño. Del delincuente organizado, como del Notario Público más destacado de su entorno.

¿Las acciones de los grupos violentos están directamente relacionadas con la búsqueda de satisfacción de sus necesidades? Yo creo que no. La radicalidad tampoco corresponde con el nivel de incomodidad figurada en los actos masivos que claman justicia para los 43 desaparecidos. Puedo entender la angustia y el dolor de los padres. El resto de los motivos, no.

Cualquier hecho que trasgreda los derechos de un tercero, es un crimen. Escudarse de cualquier acontecimiento social para salir a las calles a detener la circulación, romper cristales de negocios, quemar anuncios, golpear a quien se atreviese… es una transgresión a las garantías ciudadanas y debe ser castigada como un crimen. ¿Quién paga los vidrios rotos de los establecimientos?, ¿quién responde por la seguridad de los terceros que sólo pasan por ahí?

Las leyes deben sufrir un ajuste para el control y sanción de estos acontecimientos. El país se ha llenado de huelgas, paros, marchas. Venganzas colectivas infundadas. No hay política pública que logre satisfacer las demandas de los arbitrarios. El abuso de la democracia es el desgobierno. El balance debe venir de otros instrumentos de participación popular. Así evitaremos el enfrentamiento civil que se ha gestado ante la impasividad del gobierno para frenar los actos violentos.

Así es también como concluye el cuento. Descansan todos finalmente. El cruel Juvencio, dejó de huir de sus propios demonios. Don Lupe y su familia, también. Encontraron en la justicia de propia mano, una manera de venganza. Al amparo de los acontecimientos de la lucha revolucionaria de principios de siglo. Cuando todos disponían de la Ley. Y las armas les otorgaban el espacio público para ejercerla a su consideración.

Toda vez que estamos ante un fenómeno de transición constitucional sin precedentes. Estamos también ante el mejor momento para reestablecer el pacto social. Un compromiso que instaure nuevas reglas del juego en materia cívica y patriótica. Que coadyuve en la identificación y satisfacción de las necesidades de las comunidades y acordone al mismo tiempo a las extremas radicalidades del entorno social. Esas que ponen en peligro la gobernabilidad y la paz ciudadana. Que están al pendiente de cualquier razón, por pequeña que sea, pero suficiente para romper el equilibrio.

México está cambiando. Confió en que lo haremos cada vez mejor.

México, D.F., a 3 de diciembre de 2014.


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