miércoles, 11 de abril de 2012

Bendita agua, que no lo contrario…

Durante mi paso como profesor, me arriesgué a mencionar con profunda certeza sobre la extinción de épocas bélicas como las que se habían suscitado en el siglo XX. Les afirmaba que la ocupación territorial violenta había quedado en el pasado para seguir a una fase superior: el enfrentamiento de los mercados. Las guerras, según yo, serían a ‘billetazos’ y no a balazos. Las grandes potencias económicas se encargarían de destruir las finanzas de países pequeños para finalmente entregarse a las disposiciones de los consorcios financieros mundiales –mi versión del holocausto-

Aunque no creo estar equivocado del todo –para allá vamos-, la invasión de Estados Unidos a Irak fue el primer síntoma para reconocer ufanamente que mi análisis era muy adelantado todavía. Las potencias requieren de insumos necesarios para seguir funcionando, y así como lo hemos visto con el petróleo, seguramente lo veremos también con el agua –otra visión seguramente adelantada-.

El fenómeno del sobrecalentamiento de la tierra ha traído como consecuencia la escasez del vital líquido. Investigaciones recientes aseguran que la falta de agua potable y segura es causa de, al menos, siete por ciento de las muertes y enfermedades en el mundo. Casi una sexta parte de la población mundial hoy en día sufre de la falta de agua potable y más de la tercera parte no cuenta con servicios de saneamientos básicos, según datos de las Naciones Unidas. No es un asunto apocalíptico. Es probable que los avances tecnológicos de hoy en día permitan soluciones parciales, no obstante el tratamiento público actual debe basarse en el reconocimiento de una situación de carácter global con consecuencias fatídicas para muchas poblaciones.

Históricamente se han ocasionado enfrentamientos por la posesión del agua. El primero del que se tiene registro ocurrió en el año 2500 antes de Cristo, entre las ciudades sumerias de Lagash y Umma. Tras un acuerdo, los pueblos finalmente decidieron compartir los beneficios del río Tigris. Hoy en día, los grupos ambientalistas han tratado de evidenciar la magnitud del problema, pero la falta de regulación en el uso de ese bien y las condiciones de suficiencia a nivel mundial impiden que esto sea visto como un inconveniente de naturaleza pública que requiera atención inmediata.

Solamente en México, más del diez por ciento de la población no cuenta con servicios de agua potable y los que supuestamente pagan por esos servicios podrían estar recibiendo agua parcialmente saludable, toda vez que algunas plantas purificadoras funcionan deficientemente o el agua se contamina en su paso a través del sistema de tuberías. La sobreexplotación de los mantos acuíferos y sus altos niveles de contaminación representan un riesgo potencial para el abasto futuro. En las regiones agrícolas se desperdicia aproximadamente la mitad del agua destinada al riego por los sistemas antiguos que se utilizan. De evitarse esta pérdida, México podría alcanzar los niveles de una megapotencia agropecuaria. También debe tomarse en cuenta que los subsidios al consumo incrementan el uso indiscriminado del agua, además del costo político que representa actualizar las tarifas.

El reto para la solución de este problema contempla dos vertientes. Por un lado debe educarse a la sociedad para conservar el recurso. Algunos estados del país han regulado el consumo y el uso del agua, así como la distribución del servicio. Debe dejarse claro cuáles son las consecuencias de la escasez y por lo tanto debe controlarse su consumo. Por otro lado, es importante fortalecer las medidas gubernamentales para preservar el recurso. En México aún no contamos con sistemas de captación de aguas pluviales, con ello se podrían restaurar las reservas de agua, sobre todo en las zonas donde más se explota, como en el centro del país. También se debe contemplar la instalación de sistemas de tratamiento de aguas negras, en lugar de arrojarlas al mar o devastar reservas naturales.

Una eficiente distribución del agua –como parte de la riqueza natural del ser humano- disminuirá riesgos sociales futuros, que van desde el deterioro de la existencia de la humanidad hasta el enfrentamiento de las naciones por poseer las últimas gotas del valioso líquido.

México, D.F. Marzo 27, 2012

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