martes, 17 de abril de 2012

De Gauchos vs. Celtas
En los últimos días Repsol ha elevado a rojo su alarma financiera. Latinoamérica vuelve a ser tema en sus oficinas del Paseo de la Castellana. Apenas hace unos meses el grupo había puesto a trabajar a sus abogados para evitar que Pemex tuviera una mayor participación accionaria. Ahora el foco se enciende desde Argentina. La inminente expropiación de su subsidiaria YPF en ese país, valorada en 18,000 millones de dólares, ha movilizado a toda la Comunidad Económica Europea. En un mundo cada vez más globalizado, acontecimientos como éste son casi tan intensos como los que se vivieron durante la Guerra Fría ante los escenarios de posibles guerras nucleares entre EEUU y la extinta URSS.

Repsol, cual conquistador gachupín del siglo XVI en busca de oro y especias, ha tenido acceso en Sudamérica y el Caribe a grandes negocios derivados de la extracción de hidrocarburos. En Cuba con el famoso Hoyo de Dona fortaleció su posición, en Bolivia con millones de hectáreas de perforación consolidó su inventario de reservas. En Argentina, con el descubrimiento del yacimiento de Vaca Muerta parecía dar un salto cuántico por tratarse una de las reservas de petróleo más importantes del mundo. Es tal el valor de esta sede para la empresa que ya comienza a resentirlo en sus cuentas. Apenas se dio el anuncio de la nacionalización, la cotización en bolsa de las acciones de la compañía en España cayó de €20.00 a €17.50.

¿Qué ocurre realmente detrás de la decisión de Doña Cristina Fernández? ¿No era acaso Repsol una fuente de empleos e ingresos para el país? Las respuestas están en Vaca Muerta, con reservas equivalentes a 150 millones de barriles de petróleo no convencional –una especie de crudo más pesado, con más azufre -. La presidenta vitoreaba apenas en mayo de 2011, de la mano de Repsol, el hallazgo. Es sabido que la economía de Argentina se sostiene de alfileres, no son autosuficientes en materia energética tampoco. La producción de crudo en aumento por parte de Repsol comenzó a ser muy atractiva para la titular de la Casa Rosa y sus asesores. Los movimientos de Pemex y Sacyr seguramente llamaron también la atención de los gauchos y porteños en el poder. La decisión de la nacionalización fue inminente. Para los afines a la teoría del libre mercado parece una confiscación de negocios llana y simple. Distinta de nuestra expropiación, sin espacio para una justificación de carácter social y mucho menos ecológica si se tratara de un efecto modernista.

Si con el asunto de las Malvinas terminaron mal los argentinos, no veo momentos suaves para este nuevo conflicto, al menos en materia económica. El gobierno de Argentina quizá sostenga al final del día la propiedad del yacimiento, pero el costo por la decisión será un duro golpe para sus arcas. No obstante, la apuesta es a la postre. El desarrollo futuro de su industria nacional está probablemente solventado en las potencialidades de sus vecinos Brasil, Venezuela y veo también la mano de los chinos por ahí, que siguen buscando afanosamente asegurar su abasto lejos de la presión de Estados Unidos y sus aliados. No parece tratarse de una decisión de Estado originada del estómago –por terquedad pues-; conocían los argentinos de las consecuencias y se aventuraron ante el desafío. A veces lleva tiempo la formulación de políticas públicas consistentes; es importante tomar ese lapso, es necesario, prácticamente inevitable. Nada impedirá las consecuencias de una decisión pública, pero la anticipación estudiada permite evaluar los posibles escenarios, casi acariciarlos. Si bien, no la mayoría de ellos, sí los más evidentes.

Argentina se envolvió en un escándalo internacional que lo pone en la mitad de una serie de conflictos de intereses energéticos, económicos e incluso ideológicos. El Cono Sur vuelva a dar ejemplo de autonomía en contra de los intereses del viejo continente. La Comunidad Económica Europea no es un enemigo blando. Sabe protegerse bien. Repsol no va a irse en paz; 9,000 millones de dólares duelen, también duelen los años invertidos en la exploración, las posibilidades de crecimiento y el futuro estratégico que había organizado la empresa en torno a ello.

Para reivindicar los valores del nacionalismo hay que tener pies de plomo, cabeza fría y una coraza legal que respalde las decisiones y algo más importante aún: el visto bueno de la sociedad civil, quien finalmente evaluará todas las decisiones públicas y abonará a favor o castigará, según sea el caso, al momento de las elecciones. Ya veremos qué ocurre con ésta decisión de la presidenta Fernández. De inicio, parece que abona a su favor. Un ejemplo más para nuestro –o nuestra- futuro Jefe de Estado. Las decisiones mediáticas no siempre son las más benéficas, ni para la sociedad civil, ni para la economía y mucho menos para asegurar un futuro electoral. Las facturas son altas por las consecuencias de las decisiones. Por eso siempre hay que procurar tomar el tiempo debido, la anticipación adecuada, el estudio de los posibles resultados. Si aunamos a ello la terquedad o la soberbia, las secuelas son más agudas todavía. Necesitamos elevar el nivel de análisis en la formulación de políticas públicas para el futuro de México. Por el bien de las tres esferas que conforman nuestro Estado: la sociedad, el gobierno y la iniciativa privada.

México, D.F. 17 de abril de 2012

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